A nivel sensitivo noté que, al vendarme los ojos, empecé a
caminar arrastrando los pies. Fue muy difícil para mi poder caminar así. Entre
cosas, me llevé puestas raíces de árboles, pozos en el terreno y los tobillos
de Nico: el compañero que tenía adelante.
Hasta ese momento solo nos habían privado de la vista.
También noté lo rápido que la mente se adapta a las dificultades estas. Puedo
decir esto porque veo. No sé realmente como es la percepción de alguien que no
sabe cómo se ve el piso, o no sabe cómo se ve una puerta.
Atravesando el jardín pude sentir muchos estímulos con la
planta de los pies. Alguna que otra rama que me hicieron chocar, etc
Llegamos a las baldosas y esa sensación de inseguridad
constante, se empezó a ir de a poco. Fui tomando conciencia de las distancias
de mi cuerpo, de donde deberían estar las cosas y de que la altura de los
escalones la tenía incorporada en la conciencia de mi cuerpo.
Cuando pasamos por la entrada, el cambio de baldosas fue
nuevamente muy notorio. Era un piso mucho más suave, menos tramposo. Sentí más
seguridad en ese piso suave y regular que me permitía deslizar mis pies sin
tanto esfuerzo.
Entramos en el patio central. Pude sentir el aroma a papel
impreso y una densidad de humedad en el ambiente muy distinta a la exterior.
Afuera, el aire se sentía mucho más liviano que adentro.
Y nos dirigimos a las escaleras. Y empezamos a subir. Y
subir. Y subir. Y no llegábamos más al lugar al que íbamos a ir, que no sabía
cuál era de todas formas. Por un momento, la eternidad de los escalones y los
giros a la derecha, para tomar un nuevo tramo, me hicieron pensar que habíamos
entrado por el subsuelo. Nada que ver. Recalculando, una vez reunido con mis
compañeros y tratando de pensar el asunto, nos dimos cuenta de que fuimos por la
escalera hasta el 4to piso, dimos una vuelta por todo el piso, y volvimos al
tercero. Una vuelta enorme también. Todo me empezó a parecer eterno.
Bajando las escaleras pensé en el detalle de la forma de la
baranda. Como los dedos llegaban justo al calado y como molestaban los carteles
en el medio. También sentí una serie de gestos que la baranda me iba dando.
Como, si prestaba atención, la baranda me informaba el inicio y el fin del
tramo.
Cuando llego el momento de separarnos de la fila y ser
“guía”, me sentí un poco asustado, pero ese miedo se convirtió en conciencia y
atención por la persona que yo estaba guiando. Hicimos el tramo desde la
escalera hasta el aula, manoseé todos los paneles, casi entramos en baño de
damas y casi me choco con un bloque que recordaba que estaba ahí, justo después
de doblar, por lo que presté especial atención a eso y fui tanteando con mi
pie.
Ya en el aula, dejé mi mochila y nos separamos de todos. Me
sentí mucho más seguro. Quedé solo, y tenía la intención de explorar un poco.
Fui rondando las mesas, corriendo sillas y pateando cosas o personas. Encontré
el escenario, me subí para comprobarlo y así pude recuperar la poca orientación
que tenía. Ya tenía más seguridad con mi mapa mental del terreno. Hasta que me
encontré con alguien y me dijeron que lo huela. Era una situación muy incómoda.
Pero nos olimos. Un poco los brazos y la ropa básicamente. Y después olí a otra
persona.
La parte del mensaje no creo q me haya sido muy útil.
Simplemente la hubiera omitido.
Que más decir: me encantó la
experiencia. Te ayuda a valorar más lo que uno tiene y otros no. Te ayuda a
tener otra percepción (aunque no sea construida desde una verdadera falencia)
del espacio, de la ergonomía del equipamiento urbano, de lo que significa un
obstáculo real para un NO VIDENTE (una baldosa mal colocada, una raíz, un pozo,
un papel pegado, etc.) y de cómo, aunque falten los dos sentidos que creo, son
los principales, el cuerpo se adapta y construye una realidad aunque falte
información en esta.
Gracias por leer esta entrada. Gracias a la Arq. Carolina Huffmann por habernos instruido en el viaje sensorial, y gracias a la catedra y sus docentes que, aunque tienen sus cosas como todos, creo que nos llevan por un camino a ciegas por el que nos sentimos inseguros, con miedos. Pero al final, nos destapan los ojos y nos muestran la otra cara de la realidad.
Buenos Augurios. Vuelva pronto.
Gracias por leer esta entrada. Gracias a la Arq. Carolina Huffmann por habernos instruido en el viaje sensorial, y gracias a la catedra y sus docentes que, aunque tienen sus cosas como todos, creo que nos llevan por un camino a ciegas por el que nos sentimos inseguros, con miedos. Pero al final, nos destapan los ojos y nos muestran la otra cara de la realidad.
Buenos Augurios. Vuelva pronto.
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